sábado, mayo 06, 2006

Historia de un elelctrón IV

(yo que tú empezaría la historia desde el principio, tres posts más atrás)

Ví mundo así, era bastante cansado pero sencillo. Me movía por la red como Pedro por su casa. En cuanto salía algún cable hacia algún pueblecito costero me daba un garbeo por allí, me metía en algún aparato doméstico y disfrutaba de la experiencia. Aprendes cosas: a no quedarte atrapado en la electricidad estática, a no meterte en la tele (no veais que estrés, poco más y me lanzan al vacio en un tubo lleno de no se qué gas).

Tarifa me enamoró, se respiraba libertad. Me encantaba su faro. Unas vistas increibles. Y además iluminadas por tí (bueno, y por los demás). Auque también era gas aprendí a cogerle el tranquillo. Además lo de fluorescer es una pasada. Luego, de día me buscaba mi rinconcito, cerca de la playa, en algún ventilador viejo o en alguna plancha de chiringuito y me ponía a tomar el Sol. Siempre tuve deseos de bañarme en el agua, pero me era inaccesible, no hay cable que llegue al agua, y por experiencia había aprendido que el mundo fuera del cable es oscuro y peligroso.

(continuará)...

Historia de un elelctrón III

Yo no iba a esperar a que se decidieran por un sentido, así que me planteé donde estaba el norte y donde el sur (eso de tener los polos magnéticos es un triunfo) y llegué a la conclusión de que la cosa era, o hacia la central hidroeléctrica de Peñalvete, o hacia Cadiz.
Elegí lo obvio, y planeé mi huida de aquel dime y direte. Había observado que las capas superiores de la nube electrónica estaban mas deshabitadas, y que no te atropellaban en cada quiebro, como en una estampida. La idea consistió en que cada vez que volvíesen a Peñalvete, yo me haría el longuis, pegaría un salto con todas mis fuerzas e intentaría quedarme donde estaba. Al final conseguí hasta avanzar en el sentido contrario, pegando pisotones a los otros, que se quedaban atonlondrados, sin salir de su asombro.

Historia de un electrón II

Durante un tiempo estuve de aquí para allá, bastante desubicado, todo era nuevo para mí, . Iba con una velocidad pasmosa ,como siempre, pero esta vez en línea recta. Bueno, al menos hasta que me acercaba a algúna molécula de la atmósfera, entonces giraba bruscamente (hasta 180 grados) y seguía lanzado en otra dirección. Bien, ya no daba vueltas a lo mismo, pero mi camino era caótico, incontrolable.

Estuve surfeando por la atmósfera algún tiempo , hasta que un día me topé con un cable de alta tensión. No sé por qué, allí todos los demás estaban acelerados. Así que me dije, ¿que remedio? y en un plís me vi corriendo con ellos.
Al principio no estaba mal, tenía su gracia correr un poco, te pones en forma. Pero no podías hablar con nadie, no era como la rutina de correr siempre con los mismos a lo largo de la molécula, donde conoces a todo el mundo (total, son 37 electrones más y tú), aquí no conocías a nadie, era la marabunta.
Además todo el mundo parecía tener muy claro donde tenía que ir, pero cuando apenas habían avanzado unos nanometros, en seguida se volvían para atrás y yo no tenía más narices que darme la vuelta y correr con ellos. Cuatro nanometros más y otra vez media vuelta. Corriente alterna le decían. Un poco al estilo de los San Fermines. Que peña más aburrida.

Historia de un electrón I

(y comienza aquí:)

De mi nacimiento, ni me acuerdo.
Comenzé este viaje cuando un rayo ultravioleta golpeó la órbita de mi átomo. Era un lugar humilde, nada del otro mundo, vivía en una molécula de O2 cualquiera. Se ve que se desarmó en dos especies O* que se fueron a formar Ozonos ( aunque eso ya es otra historia).
En seguida me tuve que marchar de allí, no hubo tiempo para explicaciones. De los dos que estabamos en la última órbita nos lo echamos a pachas y me tocó a mí, así que en un milisegundo tuve que partir.

Tampoco fue un drama para mí, aquél era un mundo bastante jerarquizado. Los de las capas inferiores te miraban por encima del hombro, sólo por saberse en un lugar en más seguro, más cerca del núcleo. Aunque entendiendo también que mientras más cerca del nucleo, mayor tiempo se iban a quedar allí; de hecho la estabilidad de las capas inferiores se medía en miles de millones de años.
Miles de millones de años dando vueltas a lo mismo.



Historia paralela del átomo O*